1
Si Caperucita Roja fuera Amarilla, seguramente las cosas resultarían de otro modo. El Lobo se trocaría en una mansa oveja que, en vez de comer a su victima, la invitaría a hacer una ronda. Alrededor de la cama. Pero no hay que olvidar que el Lobo jamás cambia de victima, aunque Caperucita cambie de color.
2
Esopo nunca perdonó a los lobos. Y creo (no estoy seguro de ello) que tampoco absolvió de culpas a los osos esteparios. Jugó con casi todos los animales y a cada uno, fuera de protagonismos puntuales, les permitió que se expresaran con bastante elocuencia. No se quedó con los monos sabios, e hizo hablar, pensar y hasta filosofar a los animales más diferentes de la escala zoológica. Raro que no se acordó del hombre sino, únicamente, para introducirle como un puñal el filo de las moralejas.
3
Aunque español, Iriarte hizo hablar a sus animales en latín. Y como enemigo de Samaniego, hasta lo incluyó en alguna de sus fábulas. Pero tanto ingenio, tanto –Metrificatio invectivalis contra studia modernorum- lo llevaron ante el Tribunal de la Inquisición. Ninguno de sus protagonistas lo acompañó ni interpuso recursos. Decepcionado, se dejó morir a los 41 años.
4
Olvidada por todos, Ratopolis era la ciudad que Samaniego construyó como capital de la nación de los roedores. Allí vivían felices y crecían sin cuidado de raticidas.y trampas con resorte. Cuando El congreso de los ratones dejó de leerse y desapareció de las estanterías de la biblioteca, la ciudad murió. Hoy, los ratones pululan por todas las ciudades del mundo, siempre escondiéndose. Saliendo sólo de noche…
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