En cielos e infiernos

Santa Fe, 22 de julio de 2008
Buenos Aires, 22 de julio de 2009

De reyes y reinas


1

En el cementerio de Tulumba hay dos lápidas que llaman la atención. En una está inscripto Catalina de Médicis; en la otra, Catalina de Rusia. Están casi frente una de la otra. No tienen otra inscripción, ni fecha natal y de obituario. El cuidador asegura que cuando comenzó a trabajar ya estaban, de años. Y que nadie deposita flores en ellas. Escuché que, naturalmente, las dos Catalinas (pertenecientes a épocas diferentes) no se conocieron y que la historia no fue benévola ni con una ni con otra. Quién sabe por qué razón eligieron un mismo pueblo de Córdoba, en un país tan austral, para instalar lápidas apócrifas…

2

Luis Antonio de Borbon, hijo de Felipe V, acaba de ser nombrado Arzobispo de Toledo. Todo marcha bien aunque disimule, a los ocho tiernos años, su incontinencia anal con dos pañales. Y ocurre que tres meses después el papa Clemente XII lo nombra cardenal. Ahí sí que no hay Dios que lo ayude con su problema. Soporta el escarnio –ya crónico-casi veinte años. En 1754 renuncia y se dedica a la música litúrgica. Laus Dei.

3

Soy Rustino, el compañero de juegos que el sha de Persia envió a la corte del emperador Francisco José para Valeria, la hija de Sisí. Jugué con ella, sí, pero hube de enjugar sus lágrimas cuando fusilaron a su tío Maximiliano, en México. Cuando su tía, Sofía de Alenzon, murió quemada. Cuando Luis de Baviera se ahogó. Cuando se suicidó en Zurich su tío Luis de Trani. Cuando el archiduque Juan desapareció misteriosamente y el archiduque Guillermo murió en un accidente ecuestre. También enjugué sus lágrimas al perecer la archiduquesa Matilde en otro incendio y el archiduque Ladislao por un accidente de caza. Y las enjugué cuando su hermano Rodolfo sesgó su vida en Mayerling, por mano propia. La verdad, la verdad, no hubo tiempo para juegos.

4

El rey destronado sabe que la corona no importa. Y para evitar equívocos graba la cartografía del imperio sobre su capa.

5

Si María Estuardo fue proclamada reina cuando sólo tenía seis días, al morir su padre Jacobo V, pregunto (me pregunto) por qué no puedo yo, a mis diez años, aceptar el reinado de mi fantasía. Es verdad que María Estuardo hubo de esperar –de nodriza en nodriza- hasta los nueve meses para su coronación formal. Pero, para mí, eso es otra historia y yo no necesito corona.

6

No me parece real que el zar Pedro el Grande, después de haber hecho decapitar a su amante, lady Hamilton, conservara su cabeza en un frasco de alcohol. Y que a la zarina Catalina le hiciera lo propio con la cabeza de su amante, el ayudante de cámara William Mons. Son historias para asustar niños, pienso, pero jamás para salvar infidelidades. Doblemente reales, ¿no?

7

De Bokasa, aquél emperador centroafricano que en el siglo XX reencarnó a Nerón por su crueldad, sólo quedan unos zapatos con incrustaciones de perlas que fabricó la casa Berluti, de París, para su coronación. Desde hace veinte años los conserva y usa una campesina zulú que, en verdad, no sabe a quién pertenecieron. Pero le gustan mucho.

8

El príncipe padece un petit mal y la casa real lo manda al campo. No pueden tolerar sus crisis, con los problemas bélicos que sacuden a toda Europa. Lo suyo no figuraba en los planes. Y la reina olvida pronto y se perdona. Quien no olvida ni perdona es el príncipe, quien –por ser heredero al trono- a los veinte vuelve a palacio y en minutos incendia todas sus áreas principales. El médico imperial justifica: los epilépticos son pirómanos.

Sentimientos


1

El odio es un alimento indigesto. Lo sabe mi hermana, que odia la vida y le hace zancadillas de las que la única que cae es ella misma, ya que la vida tiene más de dos patas. El sábado, en el club del barrio, la eligieron Mis Simpatía. Lloró a rabiar por varios domingos. Y se borró del club.

2

Mi hermana no quiere ir al psicólogo. Y así le van las cosas. Después de lo de Mis Simpatía, pareció serenarse un tanto y me pidió que le comprara el mejor libro de autoayuda. Lo hice. Esa misma tarde fue al baño, lo cortó todo en pedacitos, y encima defecó.

3

Quién sabe por qué causa María Ordóñez tiene pasión por los dedales. Por coleccionarlos, claro, porque ella de coser o bordar, nada. Su madre sí fue costurera. De la Penitenciaría. Y con ese trabajo llevó adelante a la familia en los largos años del padre preso. Ella superó todo. Pero el ejemplo le pinchó la vida. (Y quizá los dedos).

4

Estar desolado y sin lugar para las lágrimas, es peor que ser un deshauciado. José arriba a esta conclusión después que los once libros que escribiera no alcanzan ni para subir a limpiar el cielorraso.

5

Alexander es un exquisito. Se desliza por el costado, cuando todos lo hacen para adelante. Y posee a las mujeres más inverosímiles: desde Madonna a las nuevas Marilyn Monroes. Las recorta de las revistas y las ilumina con lápices electrónicos hasta su más secreta intimidad gráfica. Es un exquisito. Últimamente, les borda lencería sobre los cuerpos desnudos…

6

Se enrosca a la felicidad como un caracol en su caparazón. La felicidad es suya y no la comparte con nadie. Así, en poco tiempo se le marchita y el bumerang de la burla lo derriba.

7

Una noche, un fauno se metió en su cama. A los nueve meses justo nacieron dos bellos faunitos. Está muy triste, porque cuando intenta explicarlo nadie le cree. Si tan bellos, ¿por qué tienen pezuñas?

8

Mi tío, Armando Gautier, honra a la familia porque, a más de rico, es famoso en toda Francia. No es como el otro Armando Gautier, el pintor, que no tiene dónde caerse muerto. Mi tío es médico, químico, higienista, y ha inventado eso de la medicación arsenical, que lo ha llevado a la cumbre: desde la Academia de Medicina, a la presidencia de la de Ciencia. Hoy me crucé con el otro, por la rue de Rivoli. Iba silbando y saltando de un pie al otro. ¡Ayer vendí un cuadro, muchacho! Te invito a un anís.

9

El sentimiento de la duda es el peor. Peor que la culpa, peor que el odio, peor que la desesperanza. No es que una piense en la infidelidad de su marido, o si la semana próxima la echarán del trabajo. Seguramente tampoco es existencial, si se es fea o se es bella. En cambio, todo es respecto al espacio que una ocupa. Al ritmo de los desplazamientos. A la caída de la ropa. A los doscientos diez kilos que no sé si alteran tanto mi anatomía como mi psiquis…

10

De los Braganza me quedó la nariz aguileña- Y ese ceceo que, dicen, era propio de Juan I, esposo de Inés Pires. Siempre me insufló orgullo ser descendiente de una de las casas portuguesas más encumbradas. Hasta que la nodriza de mi hijo (que algo de casas reales sabe por su madre, también nodriza) me aseguró que todos los Braganza eran bastardos pues descendían de Alfonso, hijo natural de aquél Juan I. Al poco tiempo, discretamente, me hice una estética nasal.

11

Los espíritus malignos pululan, últimamente. Uno no sabe si cerrarles la puerta o dejarlos pasar, por miedo a que contraataquen. Dejarlos pasar al interior de la psiquis, y actuar, de ahí, no como espíritu maligno sino –al menos- como criatura distinta. Yo siento que resistir no tiene sentido. Entonces, invoco a los dioses y –por obra y gracia de la metempsicosis- me convierto en murciélago.

12

Por matar a uno, la venganza mató al otro. Pero no murió del todo: le dejaron el alma viva. Un tiro en la médula lo paralizó de brazos y piernas. Y a Giuliano il pensiero le quedó libre, como un escarnio. Hoy se despertó tras un sueño hermoso: el capomafia vuelve a entrar a su casa, lo escupe en el rostro y lo fusila en la frente.

Desconciertos


1

Donó los incunables a la National Gallery de Londres.. Intentó tomar contacto con los bibliotecarios, para comprobar si el destino era acertado. No tuvo éxito. Los libros están bien conservados, mas ya no hay acceso a ellos. Insiste con argumentos propios. Sólo son para estudiosos .Pide una entrevista con el director de la National Gallery. Podrá ser para febrero de 2011, dentro de poco menos de tres años. Su asombro se desmadra. Empieza a los gritos. Destroza varias vitrinas. Al recomponer sus sentidos, en la comisaría, se convence que no se debe donar nada. Jamás.

2

Me han robado el derecho a soñar, dice el insomne. Me han robado el derecho a estudiar, dice el analfabeto. A ella no le han robado nada. Ella se robó las ilusiones y las deshizo como papel picado. Ahora, cumplidos los setenta y cinco, descubre que le interesa un hombre que todavía no llega a los cincuenta y vive en el piso de arriba. Enamorada, sí. Tan equivocadamente enamorada, que no percibe que ese caballero del piso de abajo –que tiene su misma edad- la corteja con sonrisas y miradas…

3

Tití es can de diva, con moño lila en la cabeza. No debe engordar ni juntarse con sus congéneres del barrio. Vive en brazos de ella, sobre todo para las fotos. Y si bien cuando está en celo le traen un ejemplar de su misma raza, la verdad todo es muy rápido y sin importancia Tití sólo se ha rebelado contra la TV: mordió a dos conductores y a varios cameraman y desde entonces no entra más a los estudios. Pero la ve a ella que, fascinada por su propia imagen en pantalla, no advierte que le están orinando el nuevo vestido de raso...

4

Estoy desconcertado. No me atrevo a decir que voy a morir en días, porque mi familia se exaltará y entonces no tendré paz ni respiro. Me lo ha dicho una vidente que jamás se equivoca. Y que no me cobró un centavo, desolada a su vez por la noticia que me daba. Estoy dispuesto. No me rebelo. ¿Y si la vidente tuvo un mal día? Vuelvo a ella y, por las dudas, le doy un generoso pago.

5

El sacerdote del pueblo está desconcertado. No lo agitan los demonios. No lo apremian los ángeles. En cambio, se le ha cruzado una mujer joven, iluminada, silenciosa. Ella dice que es la reencarnación de María. Todos somos hijos de María, dice el frate. Pero no: ella insiste Es María que ha descendido nuevamente a salvar pecadores, en un mundo impío. El conoce sus limitaciones. Y sabe de su alma impura. Una noche, sin pensarlo dos veces, encierra a la mujer en el sótano y nunca más se vuelve a saber de ella.

6

Pocos feligreses advirtieron la presencia de esa mujer en el pueblo. ¿Dónde paraba? Tampoco la vieron nunca sentada a una mesa de comida. Pero el padre Simón sabía. Sabía que en el sótano restaba el secreto. Restaba el secreto de una presencia que él había inmolado. Inmolado se sintió él, varias noches después, cuando velas encendidas quemaron sus sábanas y su cuerpo. Su cuerpo sobre el cuerpo de María López, costurera.

7

Ningún amigo ha venido a mi velatorio. Ningún pariente. Ningún vecino. Seguro que Mariela les ha dado mal la dirección.

8

Está desconcertado. Su alimento diario son las confesiones. Y hace un mes (o más) que no oye una sola. A veces, son simples testimonios de fieles arrepentidos por pecados veniales. Otras, señoras del vecindario que hacen tiempo hasta que comience el oficio. Hoy, sintió una voz extraña, gutural, y no percibió nada detrás del entramado de metal del confesionario. Entreabrió la puerta para recibir al penitente, y vio ante sí a un demonio. Negro y feo como todos los demonios. Cerró rápido la puerta y se desmayó.

9

Las hespérides –ninfas guardianas de las manzanas de oro que Geo dio a Juno cuando éste se casó con Zeus- están desorientadas. No saben si son tres, como lo decían los libros, o cuatro o siete, como se afirma ahora. Esta inflación de guardianas las enoja y desalienta. ¿A quién reclamar, si falta alguna manzana? ¿Quién las custodia? ¿Quién las controla, en tiempos de corrupción como los que corren?

10

El barrio se encargó que la historia corriera. Carmen Lòpez come gatos. Y fue natural que, a medida que algún micifus desaparecía de la escena urbana, todas las miradas se fijaran acusatoriamente en su pobre figura. Un día se enteró cuál era la causa por la que el almacenero dejara de fiarle. Tomó sus bártulos y temprano se mudó a una casita más al norte de la ciudad. Con tan mala suerte, con tan mala, que al lado construyeron un refugio de la Sociedad Protectora de Animales.

11

Volví a ver a tía Lucienne después de varios años. Llegué a Alba la Romaine y la encontré lejos del castillo, con marido nuevo. En una viña hermosa, el muchacho podía pasar por su hijo menor. Pero tía Lucienne se mostró natural, feliz, contenta de nuestro reencuentro. Volví a París y pensé en ese amor tan fresco, casi salvaje, con el cual ella había logrado trocar su viudez de años. A la semana siguiente, la noticia de Le Monde. En Alba la Romaine, una anciana había matado a su marido, a una joven vecina y después, en un rapto de locura, degollado todos los gansos de la granja.

12

Lo han enviado a Yaipur, en la India. Es en el Raiputana, dentro del estado de Rajasthan. No es un destino diplomático, y está desconcertado, porque jamás se le habría ocurrido salir de Europa. Mira el mapa con mayor desconcierto. Y al entrar a Internet, descubre que bajo un punto, al lado de Yaipur, figura su apellido paterno.. Destino anunciado. Enigma indio a descifrar.

Secretos


1

Chouchou Debussy ha muerto a los catorce tiernos años. El barrio comenta. Se ha ido tras su amado padre Claude, a poco menos de doce lunas. El barrio comenta. El médico se ha equivocado. El barrio comenta. Entró en melancolía, faltándole la música prodigiosa. El barrio comenta. ¿Los sepultarán juntos? El barrio comenta. Un secreto que quedará guardado bajo siete vueltas de llave…

2

Nadie sabrá jamás de quién es el niño. Lo criará ella con todo amor. Y basta. Por eso se fue varios meses a la Normandía. Y al volver, el pequeño fruto en brazos. El pequeño fruto de un engaño que sufrió su propia hija no digamos de quién. Y que ella ha aceptado como propio. Para siempre. Para siempre se ha ido André Cousteau de la casa. Un mal marido…

3

¿Por qué se dice eso de secreto a voces? Los secretos que se divulgan dejan de serlo, a menos que la habladuría los deforme y queden –en la realidad- como auténticos secretos. Todos murmuran que tiene una pierna artificial. Mario no lo niega, pero tampoco lo reconoce. ¡Y cómo camina ligero! Y hasta baila, los fines de semana, con cortes y quebradas. Mario sonríe. Cuando llega a casa, pacientemente, desarticula las piernas ortopédicas: no una, las dos, y recuesta su cansancio.

4

Guardo un secreto impuro. He matado a la ilusión. Y no se lo diré jamás a nadie, porque sé que eso es un pecado mortal, del que no seré absuelto de por vida. He matado la ilusión de la forma más artera: soy un cuerpo sin asombros.

5

Los secretos los guarda en la caja fuerte. Y da de ellos la versión contraria. Así, la vuelta de tuerca lo convierte en poco confiable criatura de ficción.

6

Fue en aquél 2008, año en que se descubrió lo de las neuronas virtuales. Vittorio Papaleo, que trabaja en el Instituto de Ciencias Básicas y Medicina Experimental, siente que todo esto excede a su capacidad de asombro. Mira los ratones albinos suizos, tratando de escapar de las cajas de metal. Mira los cobayos mordiéndose unos a otros. Mira los conejos caminando en dos patas. Toma un lanzallamas y en minutos incendia todos los laboratorios. Cuando el fuego trepa a los techos, llama por ayuda.

7

No dirán nada a nadie. Se irán esta misma noche por la puerta trasera del galpón, y saldrán a campo traviesa a ganar la libertad. Saben que al otro día todo el pueblo comentará. Todo el pueblo comentará que abandonaron casa, ganado, herramientas. Que se fueron dejando las puertas abiertas. Con todo adentro. Hasta el secreto de una huida de la muerte en vida.

8

Por dos centavos cuenta su secreto. Por cinco, el de su madre. Nació hija de la fantasía e inventa con tanta imaginación y vuelo, que todos le creen. Hoy inventó que su padre es, en realidad, el nuevo intendente. Todos abren ojos desmesurados. Y al propio intendente -después de cobrarle los cinco centavos- le cuenta el secreto que su madre está enamorada de él.

Medicalis


1

Hoy, 1ª de agosto de 2008, el profesor Fitzgerald P.Ch., de la Universidad de Harvard, comprueba que con el investigador John P.O., de la Universidad de Columbia, han llegado al mismo y revolucionario resultado. Convertir células de piel en neuronas, a partir de tejidos provenientes de ancianos. Como suele suceder en la ciencia médica, sin conocerse han investigado sobre un mismo campo. Fitzgerald P.Ch. medita - con profunda amargura- que ya la ciencia lo desborda todo ¿A dónde se llegará? El entra a su casa, enciende las luces, se sienta en el sofá con un crucifijo en la mano izquierda y un caño negro en la diestra, y dispara.

2

Toma la pócima del amor y espera. Tiene una enfermedad incurable. Piensa que todo empezó cuando niño. Pero las edades no tienen la culpa de que uno no las asuma. Toma otro trago de la pócima. Necesita hacer el coito aunque sea con un almohadón, porque desde los once su sexo no le da tregua. (En el geriátrico, ya lo han cambiado seis veces de pieza…)

3

Otoño 1937. Norah Lange y Oliverio Girondo salen de su casa. Van tomados de las manos Ella, paso firme, piensa en lo que dirá esa noche, en la presentación de Cuadernos de infancia. El, gesto adusto, en el dolor de muelas que soporta estoicamente. Llegan. A los dos, les imponen la primera fila. Oliverio no da más. Y ella, dulce, comienza a contar por qué escribió ese libro y cómo fueron sus días de niñez y adolescencia. Un silencio emocionado la rodea. De pronto, el de barba oscura grita ¡Basta! Toma su abrigo y sale raudamente. Todos los que están allí, estupefactos, nunca sabrán lo que es un dolor de muela.

4

Como en toda peluquería, allí se cuentan cuentos, se dan recetas médicas y hasta diagnósticos. Todo ello, huelga decirlo, después de haber pasado por el vecindario. El peluquero habla poco, pero bien que escucha. Y después, a contárselo a su mujer. Ella espera ansiosa las novedades. Dicen que Ruperto, el diariero, tiene sífilis. Y que ha contagiado a varias. Ella lo mira, suspira hondo y siente que se orina encima.

5

Luciano Cienfuegos decide estudiar medicina a los cincuenta años. En menos de un lustro, próximo a graduarse, hace su primer diagnóstico Y como la materia faltante es Clínica Médica, consulta al Profesor Adjunto. Este lo ratifica: es un cáncer de estómago. Luciano Cienfuegos, satisfecho por la confirmación, cierra los libros para siempre y espera.

6

Con cornezuelo de centeno y zinc de Ceylán prepara un brebaje que hace que las alucinaciones -a la que es tan adicto y le quieren quitar- se vean en colores.

Secretos de coleccionistas


1

Vendió la colección de soldaditos de plomo, que le llevó más de veinte años de afanes. Con los miles de pesos en mano, viaja a Viena, después a Praga, finalmente Budapest. Allí, en un comercio oscuro, sucio, ve en la vidriera mal iluminada un húsar del ejército prusiano. De plomo. Al regreso, con la pieza, vuelve a reformular una nueva colección.

2

Los verdaderos coleccionistas nacen, no se hacen. El ha viajado por todo el mundo con sus postales, sin salir de la casa. Y prácticamente la geografía universal no le es para nada ajena, gracias a los miles y miles de imágenes monocromas y en colores. Pero hay una duda que no logra zanjar: el reino de Bután. Jamás ha logrado una sola vista de ese país. Hasta que lo decide: arma el viaje, cuelga la cámara al hombro y parte.

3

Eres coleccionista de ideas, no de objetos, le recriminan. El junta frascos de farmacia. De porcelana, de vidrio, de metal. Y en sus inscripciones halla razón para el embeleso. Sin embargo es un coleccionista nato: toda la farmacopea lo incita por el olfato y las letras góticas, en latín. (Pero los frascos de fetos en alcohol, ¡ah!, lo enternecen).

4

El barón de la Chantal colecciona cuchillos. Continúa la tradición de la casa D¨Hastrel, vía materna. Después del millar de piezas, no contabiliza más las nuevas adquisiciones. Están asentadas, sí, en un archivo prolijo que encierra baja siete vueltas de llave en el escritorio de la planta alta. Allí, sin que nadie lo advierta, acaricia sus hojas, las envaselina, lustra las vainas. Tiene uno fuera de las cajas. Es un cuchillo basto, casi de cocina. El que elige, al cumplir los setenta, para atravesar su garganta. …

Bestiarios


1

De minotauros ya no quiere oír más. Tampoco de ícaros y de medusas. Ni de cíclopes. Está harto de zoomitologias que no conducen a nada. ¿Están pasadas de moda o le incomodan? No sabría decirlo. Es uno de los niños-faunos (de los que les conté hace un tiempo), que creció y estudió mucho y hoy ocupa una cátedra como adjunto. ¿Cátedra de qué? De Antropología, naturalmente.

2

De la vaca tuerta nadie se acuerda. Ya ni la ordeñan, de fea que es. Y las ubres se le hinchan e infectan y está rodeada de moscas, con lo cual más la esquivan. Es la vaca que tuvo un hermoso ternero que, cuando se casó el hijo del patrón, carnearon y comieron en la fiesta… (De esa época se le torcieron los ojos).

3

Ha muerto la vaca tuerta .Carbunco. Y antes que se convierta en osamente olorosa, le prenden fuego. Es como inmolar una vida trunca. Al día siguiente, dos toros jóvenes se acercan a las cenizas. Miran sin un solo mugido. Largo rato. Después, se alejan a campo traviesa y alcanzan la misma línea del horizonte…

4

La mujer acusada de comer gatos (¿recuerdan que, por desgracia, terminó viviendo junto al refugio de la Sociedad Protectora de Animales?), está muy enferma. Las malas lenguas dicen que por algo será. Ella niega: es vegetariana de toda la vida y está tranquila. Entretanto su esposo, el veterinario, piensa que al fin, al fin, terminará toda esa historia atroz.

Desenlaces


1

No me voy. No hay acuerdo. Tampoco se va él. Quedan truncas nuestras vidas, más truncas que antes. Yo no me reencontraré con mi amor de los últimos años. El no hará lo propio con el suyo. No nos hemos entendido: Y en el medio Capitán, ignorante de todo. Pienso yo en lo que puede un perro, mientras él me mira con ira contenida……

2

El swami hindú Manjgiri Maharaj permanece en silencio, de pie, frente a una pared en Shahjanpur, en el estado de Uttar Pradesh. Hace 19 días que no come ni bebe. De pronto, desliza su pie izquierdo y aplasta un alacrán. Minutos, y aplasta otro. Lleva contados1213 alacranes muertos Ha salvado 1213 almas perdidas en la oscuridad más profunda…

3

Ninguna autopsia le ha dolido tanto. Lleva años como patólogo del hospital, y los cuerpos rígidos ya no lo inquietan. Pero ése lo conmueve. Veinte años dice la ficha. Parece una niña Y el vientre abierto como una boca que grita, es lo que no puede dejar de mirar. Está cruelmente vaciada. En la otra camilla él. El que atropelló la belleza con toda su ira. El que después –como un testimonio de horror- arrojó las vísceras a los perros.

4

Mi infortunio fue por no saber matemáticas. Por calcular mal la distancia que hay entre un puente y el palo mayor del

Memorias y olvidos


1

Ha olvidado la dirección de las agujas de los relojes. Si para adelante o para atrás y si la cuerda… ¿Ahora no se da la cuerda? No puede ser. Los rubíes no servirían para nada. En silencio, el Alzheimer pone almohada a sus dudas. Dudas de oficio de relojero.

2

Encargó sus memorias a Stefan Zweig. ¿Quién mejor que él, que es famoso y que toda la vida escribió biografías? Viven cerca, en Petrópolis. E incluso los ha invitado a comer a su casa. La esposa es simpática. Hoy fue a entregarle la primera cuota con tan mala fortuna, que por boca de la policía, en la puerta, se enteró que ambos se habían suicidado.

3

Tiene memoria selectiva. Se acuerda de cuando mató a su gato. Y de la vez que encerró a la abuela en el cobertizo durante tres días. Se acuerda de que su mujer le rompió el tabique nasal, aquélla tarde que lo encontró con otra. Y se acuerda, sí, de la forma en que –al ser detenido- quebró a palos brazos y piernas de un policía. Memorias traumáticas. De todo lo demás, agradece a Dios, se ha olvidado y es feliz.

4

La memoria de Ifigenia es prodigiosa. Sabe la fecha de todos los descubrimientos importantes, de la fundación de ciudades, el onomástico de los próceres, la caída de los imperios. Eso sí: no le pregunten en qué año nació.

Engaños


1

No se engañan fácilmente. Son feos de fealdad. Pero como los liga el haber nacido juntos –mellizos, no gemelos- eso les da cierto grado de simpatía entre la gente. ¿Por qué esas orejas tan puntiagudas? ¿Y esos ojos que apenas dejan ver un resquicio de pupilas? Ellos asumen su condición natural. Y cuando para un casting solicitan mellizos, son los primeros que sobresalen y son contratados. Dos patizambos, para una publicidad de TV de carrera con obstáculos.

2

Es un niño viejo. O un viejo niño. Padece de progeria, y a los doce ya era un anciano que no podía jugar con nadie. Tiene ojos tristes y tristísima el alma. No hay congreso médico donde no lo hayan mostrado. Y todos los ángulos de su cara y de su cuerpo escuálido, desnudo, han sido registrados por los fotógrafos. Sabe que morirá joven, aunque parezca viejísimo. Sin haber jugado una sola vez con otro niño ni roto un solo juguete.

3

Todas las tardes se siente a escribir. Entremeses y farsas. Sin cambiar el rostro de Harpagón, escribe El agiotista. Y después de hojear el diario, Los preciosos políticos y Tiranuelos trasnochados, con sangre condecorados. Escribe (ellos lo espían) y por ahí, después de considerar al Tartufo, titula Las ideas al bidet y casi enseguida Los banqueros sabios y Farsa del funcionario que se creyó necesario. No le importa que no lo reconozcan como Moliére. El tampoco acepta que ése que está a su lado se llame Napoleón Bonaparte.

4

Todos estamos engañados. Ella levita, pero pensamos que es una ilusión colectiva. Y la miramos con descreimiento y hasta con fastidio. Ella no ha intentado convencernos, sino tan sólo pide que la ayudemos. A sobrellevar esta cruz. Cierto día, la recomendamos al hospedaje de la esquina, que tiene techos altos. Puede ser útil allí, para limpiarlos.

5

Como la vida no le cae nada bien, ha resuelto terminar con todo. Todo se llama su familia, su casa, el taller, los amigos. Y también el panteón. Y el perro. Saca un pasaje para esos viajes a la estratósfera (muy promocionados últimamente) y firme está el día de salida en la plataforma indicada. Espera. No hay indicios de nada. Sigue esperando. A la noche, viendo que ha sido engañado, se ata un cohete a la cintura y lo enciende.

6

No se engaña: esa mujer se ha enamorado de él. Mucho no le gusta, porque se parece a Marguerite Yourcenar. Ella, a su vez, piensa que ese hombre la mira con intenciones. No le gusta nada: Le recuerda a Henri Miller. (Una historia literaria sin solución).

7

Fue en el año 2008, en que se eligió un presidente negro en el país más poderoso del mundo. Lo estudiaron del derecho y del revés. Padre negro, madre blanca. De aquél lado africano, se analizaron genéticas y ocupaciones, orígenes y tradiciones. Del blanco, se disimuló el hecho que el único hermano de la madre estuviera alejado de la familia. Sí: el que había sido miembro del Ku-Klux-Klan.

8

Es el engaño del engañador engañado. Pasó por taumaturgo muchos años, por vidente, por hombre de predicciones. Alguien hubo de decirle que su mujer lo traicionaba bajo el propio techo. Y que el hijo no era propio. Todo eso lo sabía de sobra: era el hijo que él no podía engendrar, por estéril.

La maldad


1

Valeria Mesalina, a más de perversa y ninfómana, no aceptaba código alguno de bondad. Cuentan que a los quince años se convirtió en la cuarta esposa de Claudio (10 a.de C.), que a la sazón tenía ya cincuenta. Cuentan también que al año, cuando él reemplazó a su sobrino Calígula como emperador, la lubricidad de Valeria Mesalina se desbordó. Y empezó a acudir todos los días a los más zafios burdeles de Roma. Con peluca color azafrán, sí. Al fin, Mesalina fue asesinada a instancias del emperador por Narciso: el principal favorito imperial. Final cantado.

2

Los historiadores dicen que el zar ruso Iván IV El Terrible era tan cruel y despiadado, que ninguna maldad calmaba su sed. Hizo todo lo que pueda imaginarse, pero lo que no se entendió bien fue aquello que ocurrió en 1555 cuando, después de ordenar la construcción de la iglesia de San Basilio, en Moscú –de lo cual quedó muy complacido- mandó dejar ciegos a sus arquitectos Postnik y Barma. Los historiadores dicen que lo hizo para que nunca pudieran proyectar algo más hermoso. Pero la historia se equivoca: los cegó cuando comprobó que había nada menos que cuatro san Basilios, todos martirizados por emperadores y ninguno por él.

3

¿Recuerdan a Mary Mallon, aquella cocinera suiza portadora de fiebre tifoidea que causó 53 brotes de tifus en su periplo laboral por cocinas de restaurantes y hospitales de los Estados Unidos? Después de haber estado encarcelada, liberada y vuelta a encarcelar por desobedecer el cambio de profesión, hoy han hallado solución a su rebeldía. María Tifoide, como la han apodado, deberá estar en cuarentena por diez años. Y defecar sólo a orillas del mar, bajo puntual vigilancia.

4

Enrique es malísimo y, para peor, lo sabe. Practica yudo con la mirada y hacer caer a unos y dobla los brazos de otros. Ayer, la abuela Hilda le ganó: desde atrás le ató un paño negro y lo obligó a dar el paso hacia el laberinto de los karatecas.

Perfecciones


1

No es una Maison Haute-Couture, sino simplemente un buen taller. Allí entran por la puerta grande damas y damitas para sus ajuares y etoiles que, tras la segunda puerta, terminan de coser dos o tres ofícialas. Entre vuelos de gasa y de satin, entre frunces y plisados, madame Corneille hace su trabajo de pruebas y medidas. En la tercera puerta está monsieur Corneille, que es quien cobra y da recibos. Y quien –hábil voyeur- se deleita ante tanta perfección de cuerpos y vestidos. Ante tanta naturaleza viva. Al final rubrica su admiración: abre su pantalón y se masturba.

2

Cuando por las noches concluye su labor, madame Corneille abre la puerta y ve las manchas sobre el piso. No dice nada. Ya no le perturba. Piensa que él lo hace mirándola a ella, arrodillada, quitando un hilván o alargando un ruedo. Es una prueba de amor en silencio, que él ignora que ella sabe. (Monsieur Corneille no duda que ella es conciente de sus ritos. Por eso no borra las huellas de su goce. Al final, él es el único que cobra…)

3

Ha muerto bellamente. Haciendo el amor. No él, es ella la que ha detenido su corazón. El todavía mueve su cuerpo con rítmico frenesí y sólo la advierte exánime cuando, tras el orgasmo, besa sus labios. Los labios mustios de Alejandra que, a sus cincuenta años, acaba de dejar la virginidad.

4

Perfecto como un círculo. No sobra una vocal. No hay un color que sobresalga. Inexorable en su cumplimiento. Lo llaman destino y dicen que no tiene devolución.

De guerras y guerreros


1

Vuelven vencidos: aún los que aparecen como vencedores. La vida se encarga de doblegarles el orgullo, por más cinturones de castidad que hayan puesto a sus mujeres. Asdrúbal Smith regresa de la guerra de Irán con un brazo menos y cinco medallas en el pecho. Su mujer lo recibe emocionada y los hijos lloran. Lloran porque, en el fondo, hallaron la felicidad durante su ausencia. Estaba ahí, nomás, debajo del mismo techo de las palizas diarias. Cuando él duerme su primer sueño, salen madre e hijos sin hacer ruido y nunca más se vuelve a saber de ellos.

2

Ayer murieron más de trescientos georgianos a manos de los rusos. Todo es horror en Osetia del Sur. Ni lágrimas ni sangre dicen nada Todo se ha secado en el dolor intenso. Mi madre me mira, desolada. Rehúyo su mirada. La veo levantarse y salir. La sigo. Llega a la plaza, con veinte o treinta cuerpos tirados. Se inclina. La veo seguir hacia la iglesia. La veo que abre los brazos en cruz, y cae como partida por un rayo. Veo cómo su alma se desprende en azul brillante de su cuerpo .Hoy, 12 de agosto del año del Señor 2008, maldita sea, Rusia ha dejado de combatir en el Cáucaso y retira sus tropas.

3

Nuestras tropas se van replegando. Es orden que los rusos suspendamos el fuego. Miro la devastada Tskhinvali, los cadáveres, las casas destruidas. Vomito. Uno de mis compañeros se aparta. Sentado, oigo que alguien habla de una mujer cuya alma se desprendió en una luz azul, frente a la iglesia. ¿Es un símbolo? ¿Es un símbolo, acaso, que yo mismo esté rezando, cuando no he entrado jamás a un templo desde que me acristianaron? De pronto, mis dedos se abren del arma y caigo en un abismo. (El cuerpo desprende una intensa luz azul).

4

Al regreso, lo que más ansía es tomar un plato de sopa caliente. No hay nadie en la casa. Nadie lo espera. Abre una ventana. Mira la cama sin colchón, la mesa sucia, con una jarra vacía. Vuelve a salir. Enfrente, el bodegón está cerrado Y sólo un gato cruza la calle.

5

Murió en Vietnam. Pero después, por los honores, insistió en volver a morir en Bosnia.

Fabulario


1

Si Caperucita Roja fuera Amarilla, seguramente las cosas resultarían de otro modo. El Lobo se trocaría en una mansa oveja que, en vez de comer a su victima, la invitaría a hacer una ronda. Alrededor de la cama. Pero no hay que olvidar que el Lobo jamás cambia de victima, aunque Caperucita cambie de color.

2

Esopo nunca perdonó a los lobos. Y creo (no estoy seguro de ello) que tampoco absolvió de culpas a los osos esteparios. Jugó con casi todos los animales y a cada uno, fuera de protagonismos puntuales, les permitió que se expresaran con bastante elocuencia. No se quedó con los monos sabios, e hizo hablar, pensar y hasta filosofar a los animales más diferentes de la escala zoológica. Raro que no se acordó del hombre sino, únicamente, para introducirle como un puñal el filo de las moralejas.

3

Aunque español, Iriarte hizo hablar a sus animales en latín. Y como enemigo de Samaniego, hasta lo incluyó en alguna de sus fábulas. Pero tanto ingenio, tanto –Metrificatio invectivalis contra studia modernorum- lo llevaron ante el Tribunal de la Inquisición. Ninguno de sus protagonistas lo acompañó ni interpuso recursos. Decepcionado, se dejó morir a los 41 años.

4

Olvidada por todos, Ratopolis era la ciudad que Samaniego construyó como capital de la nación de los roedores. Allí vivían felices y crecían sin cuidado de raticidas.y trampas con resorte. Cuando El congreso de los ratones dejó de leerse y desapareció de las estanterías de la biblioteca, la ciudad murió. Hoy, los ratones pululan por todas las ciudades del mundo, siempre escondiéndose. Saliendo sólo de noche…

Viajes y viajeros


1

Un viaje de mil millas empieza con un paso. Le creo a Lao-Tsé, pero me cuesta dar ese primer paso. No es por una cuestión puramente de decisión, ni familiar, ni laboral. He escrito todos los esquemas y he estudiado todos los mapas. Tengo ya preparada la mochila y no hay instrumento u objeto doméstico que me falte agregar. Sólo no coincido en un punto: mis pies. Y dentro de ellos, contenerlos con qué tipo de calzado

2

Viajó a Paris y visitar el Louvre y extasiarse frente a la Gioconda fue todo uno. Es verdad que la cola interminable lo empujaba y empujaba, pero a él no le faltó ingenio para volver rápido a la boletería y sacar otro boleto y otro. Y otro más. Al salir finalmente (triunfal, sí), alguien le manifestó que con una sola entrada bastaba. Pero él, sin responder, repitió el rito al día siguiente. Y al tercero y al cuarto día de su estadía parisina. Sin una sola duda, tomó el avión de regreso con la convicción que todo París no alcanzaba para conocer a la Gioconda en su esplendor.

3

Quién sabe si Marco Polo no sufría de dromomanía. ¡Tanto viajar! ¿Quizá no tendría casa propia? ¡Tanta Mongolia y China, tanto barco y tantos caballos!…Pienso que lo que le faltó a Marco Polo fue una buena poltrona para soñar despierto. Hubiera viajado igual y sin cansancio. Hoy, hasta la mismísima Luna le da una depresión crateriforme, entre los montes Apeninos y el mar de los Vapores. Con derecho de propiedad a su nombre.

4

Hemos viajado a Francia para visitar el jardín de Monet. Especialmente. Es la razón del viaje y no por una cuestión de jardinería. Quiero ver esos lirios. Esos lirios azules de los que él extraía el ultramar para sus telas. Arribamos a Givenchy. Desde lejos, veo los grises y los verdes tibios del jardín. Entramos. Un humus invernal se levanta de la tierra. Equivoqué de estación.

5

¿Qué puede pensar el profesor: que no nos gusta la geografía? Pero así no se aprende: tan lejos de mares y montañas, de bosques y de ríos. El de cosmografía nos lleva al cielo, y de ahí salen los equinoccios y los solsticios, Venus y la Cruz del Sur. Stefania sonríe. Ella es profesora de corte y confección y nunca ha llevado a sus alumnas más allá del taller de cuatro por cuatro. (Aunque, pensándolo bien, sería bueno visitar con ellas el Museo del Traje, de Paris…)

6

Las sandalias de Rimbaud, esas sandalias de viento, son las que lo llevaron de Inglaterra a Bélgica y de Abisinia al fin del mundo del opio. Con esas sandalias se hizo famoso, no con su poesía que sólo le sirvió (me dicen) para tomar ese bateau ivre a las diecisiete años, para no regresar jamás.

Voces


1

Como el Ángel de la Muerte él viste de negro, sin una puntillita. Como el Ángel de la Muerte, se desliza sin roce alguno sobre el suelo: babuchas de aire. Como el Ángel de la Muerte, no hay en él rostro de temeridad. Escucha, hijo de las luces extraviadas. Jamás me has visto, y los que lo han hecho no pueden decirlo. ¡Calla, pues!

2

Casi todas las noches ella canta un aria de ópera. Los vecinos nada dicen ni opinan al respecto. Y aunque a algunos les guste más un buen chamamé, no quieren aparecer como incultos. Lo que no se logra silenciar es a los perros. Aúllan desesperados y a veces hasta parece que le hicieran coro. Anoche, se sumaron los gallos…

3

Trapecistas hay muchos, pero ella es única. Tiene un violinista por amante, que toca pizzicatos cuando está en la pista. Es única como María, la ecuyére ciega, su confidente. El resto del circo, para qué hablar. Cada vez más sumido en su propia agonía. Hasta los programas se hacen a mano. Quien nada dice es Fedor, el del violín. A él nada le preguntan y él a nadie interroga. Sabe que hay un final cercano, y no quiere estar bajo esa carpa cuando la hora llegue. Le propone a su amada partir. En Viena tendrá trabajo. En la función de esa noche, ella dará la respuesta. En el segundo salto de la muerte, cierra los ojos, abre los brazos en cruz y susurra Fedor.

Quiromancia


1

Hoy voy a hacerme leer las líneas de las manos, para decidir si hago o no el viaje. Al regresar, estoy en las mismas; puedo viajar, pero por un viaje perderé mi identidad. Pregunto si se refiere al pasaporte. Aquí la línea se corta, no puedo responder. Preparo valijas, llego al puerto, el barco ha zarpado hace cinco minutos. Siento un golpe violento en ambas sienes. Me sostienen dos brazos fuertes. Miro al vacío. ¿Dónde estoy? ¿Quién soy?

2

Primero la borra de café, después la quiromancia, fueron sus armas para no desfallecer en la viudez. Miró las manos de miles de mortales y a cada uno le buscó una historia más o menos creíble. Todo anduvo bien hasta que un desprendimiento de retina la dejó ciega. Entonces pensó que sólo le quedaba convertirse en médium. Y ahí vino el escarmiento: en la primera sesión, en la primera, se apareció Luis, su difunto, que con dos gritos agónicos la llevó de susto al otro mundo.

3

Enriqueta pone su estudio en la última habitación de la casa. Cercana a las glicinas. Y a los gallos. Enriqueta lee las líneas de las manos. Reparte ilusiones con cuidado. Y a veces, cuando el tiempo lo permite, se explaya en algún consejito más o menos apropiado. Hoy llega una mujer anciana. Está desesperada. Ha perdido a su hija y la busca hace más de treinta años. Enriqueta le toma las manos, las mira, se las cierra bruscamente y oye cantar los gallos.

Cuadros de familia


1

Ofelia es mi tía política. Política de simpatía es la que intenta ella y no logra revertir en la familia. La familia no perdona. No perdona que Ofelia se acueste con dos hermanos: su marido y mi papá. Mi papá me mira con fastidio y no sé por qué. Sé por qué tía Ofelia, cuando estamos solos, entorna sus ojos y saca para mí una lengua golosa…

2

Al abrir el portón, entró raudamente un dragón con fuego en las fauces. La familia se arrinconó, aterrada. Juan, el más pequeño, sacó su cámara digital y lo retrató. Entonces, el gran animal dio media vuelta y salió hacia el campo. En el comedor, ampliada, la foto de un dragón aterrado preside hoy nuestras amables reuniones.

3

Nuestra familia desciende de colonizadores. Trabajaron la tierra, amaron la tierra, vivieron de lo que la tierra les dio. Yo viajo, evocándolos, y hasta siento en mis mucosas nasales la fragancia del humus fértil y en mis pupilas el azul de los linos. Me he casado con Florencia, buena mujer, que vive con la escoba en mano porque odia la tierra.

4

El 1ª de enero de cada año la familia García Loza sale a la calle (después que el bisabuelo constate que no falta uno solo de sus miembros) y se encolumna debidamente. Adelante los bisabuelos: ella, cargada en brazos, ya que no admite ni bastones ni sillón; él, un poco tambaleante por sus 101. Detrás los abuelos con sus catorce hijos y catorce nueras y yernos. Y los hijos de éstos (hay que contarlos) y sesenta y siete nietos. .Caminan con solemnidad que sólo rompe uno que otro llanto infantil. Al fin arriban a la parroquia, en cuya puerta espera el cura y a quien el más anciano abraza y entrega una gran botella de vino chianti…

5

Fotografía de grupo. Es difícil convencer a todos, porque todos quieren salir bien. A la única que le permito licencia es a Rosa, quien se para sobre la silla para estar a la altura de todos y no se perciba su acondroplasia. Todos (¿he dicho que somos 22?) tienen algo que disimular. Estrabismo, tics nerviosos, papada tipo pavo, peluca. Al final disparo dos o tres veces, y todos se aflojan y comentan. (La semana próxima les diré que no había puesto el rollo. Es lo mejor: todos respirarán aliviados).

6

De la familia nadie quiere hablar, porque ya hablaron demasiado. Nadie quiere hablar, porque hablaron los diarios, hablaron los vecinos, habló la policía. La única que no habla es la justicia, a quien han pedido cambio de apellido y no contesta.

7

Nos fotografió, reunidos, un ayudante de Aldo Sessa. No es lo mismo, pero sin duda algo habrá aprendido (técnica sí, talento no).Mamá pregunta cuánto es. Le digo que ya arreglaremos, porque es un hombre joven que seguramente será discreto. La fotografía llega a nuestro gusto: retocada. Todos estamos de diez. Al preguntarle el precio, él saca una libretita, hace cálculos, suma y resta. Finalmente concreta: mil cien dólares. Tuve que comprar máquina nueva por ustedes…

8

Le pondré Franziska, el nombre de la madre de Frederick Nietzsche. No sé si me lo permitirán –no en el Registro Civil, sino mi suegra y mi mujer- y trataré que la niña lo lleve con coraje. Su nombre no significa mucho: tan sólo una onomástica tradición de horrores.

Epistolarios


1

Peor que recibir un anónimo es leer el apremio de un desconocido. Necesita saber por qué actúo de esta manera. Por qué no quiero progresar en el trabajo. Por qué he dejado a mi familia. Por qué tacho mi nombre, cuando firmo. Al no responderle, lo hace él. Se disculpa. Quiere saberlo, porque él actúa igual que yo, como en espejo…

2

Escribe cartas a pedido. De todo tipo y tenor. No sólo para analfabetos, sino aún comerciantes, amas de casa, algún funcionario de tercera línea, enamorados. Tiene tarifa fija, aunque a veces –más allá de contabilizar el número de páginas - deba ajustarla ante dificultades gramaticales por sortear. Hoy le ocurre algo inédito: una maestra de escuela acude para que le escriba su renuncia. No quiere hacerla ella ni por todo el oro del mundo. Y aún más. Le ruega que la redacte en tercera persona, y que firme él por ella.

3

Le escribe a García Lorca en nombre de todas. Están hartas de Yerma. De llorar y gritar. De destrozarse por dentro y por fuera unas y otras. Y lo peor, lo peor, es que la obra tiene éxito y ya llevan siete meses en cartel.¿Por qué no escribe obras más agradables, con un dramatismo más llevadero? Que lo tome como una sugerencia, al menos. Federico lee en silencio y lanza una carcajada: primera vez que le escribe una actriz.

4

Estimada señora: esta carta se la debí escribir hace años. Pero fui dejando pasar el tiempo. De compulsión en compulsión. Dieciocho años. Hoy le hago llegar estas palabras escritas desde el corazón, no desde el cerebro. Perdóneme, pero esta vida no puede seguir. No me interesa seguir así. Neblinas sobre los sentimientos. Amándonos en silencio, odiándonos a los gritos. No puede seguir y tampoco quiero ese divorcio. Se lo propongo ahora: renovemos los votos, señora. Casémonos de nuevo.

5

Las cartas son escritas con tinta violeta, como lo hacía Anatole France. Y letra cursiva Las dirige a los vecinos del barrio. Hoy, por ejemplo, les toca a los de la cuadra de enfrente. Les cuenta cómo ve al vecindario, si ya florecieron los lapachos, la enfermedad de don Julio, el almacenero. Les comenta, también, algo acerca de los más chicos y alguna queja para el intendente. Nunca firma, pero se siente feliz al despacharlas. Cuando le preguntan, abre una semisonrisa y responde: Yo también las recibo…

Holocaustos


1

Pequeños o grandes, los holocaustos son similares: sacrificios. Un hombre, mil hombres, la humanidad entera, por qué no. Segundo Fernández, sociólogo de nacimiento, estudia la humanidad desde sus más recónditos meandros. Lo mínimo puede ser enorme. La anécdota perdida, una orientación hacia la posteridad. Segundo Fernández apila tomos y más tomos. Abre nuevas bibliotecas. Organiza congresos de misántropos. Un día, su hermana le sugiere que, de una vez por todas, vaya a estudiar historia.

2

Nació en el fatal año de 2008, cuando se lanzó aquello de la aceleración de protones, el enorme anillo subterráneo, los cinco mil científicos y la revolución de las leyes de la física. Fue la época en que quisieron probar la no existencia de Dios y una definitiva tesis de la creación. Sus padres vivían en Ginebra, y se fueron horrorizados Hoy, a treinta años, vuelve a la ciudad donde naciera y en la catedral bautiza un hijo..(La Máquina de Dios nunca funcionó, se generaron otros agujeros negros y todos los científicos murieron).

Obituarios


1

La abuela Gertrudis murió de fiebre amarilla y la cremaron antes de la hora. Su vida se consumió en un humo blanco. Tía Angélica expiró en ultramar, de viaje a Grecia. La tiraron por la borda, envuelta en una sábana blanca y la tragó una suave espuma. El tío Sigfredo (a quien gustaban los lances caballerescos), perdió la vida con un buen tiro en la cabeza. Lo enterraron ahí mismo, porque ya no estaban permitidos estos arrojos. Y lo cubrieron con polvo de huesos, cerca de la curtiembre. Todos, todos, obituarios sin color.

2

Ese otoño murió mi hermano. Fue de los últimos sepelios con carruajes a caballo. Yo iba en uno de ellos, vencido por el cansancio. El coche se bamboleaba. De pronto una mano tomó la mía. Un crucifijo apareció entre mis dedos. Una flor blanca se deslizó sobre mis piernas. Un pañuelo abierto cayó a mis pies. Al regresar, busqué su carpeta de dibujos. En uno de los últimos, Miguel había compuesto una mano abierta, con un crucifijo y atrás, una flor blanca abrazada por un pañuelo…

3

Sepultaron al conde Enrico Stizzoli -auténtico personaje de Pirandello- en la bóveda familiar. En verdad, él pidió la tierra. Sus sobrinos eligieron en cambio el panteón, por aquello de la luz tamizada de los vitrales. Lo cierto es que, al poco tiempo, la bóveda de los Stizzoli comenzó a trepidar. Y un día o una noche, los vitrales se hicieron trizas. A la jornada siguiente exhuman sus restos y cavan la sepultura. (Los vitrales no han sido reparados, por si queda otra alma inquieta…).

Pecados capitales


1

La verdad engendra el odio, dice San Agustín. Por eso María Enriqueta me odia desde lo más profundo de las raíces de sus pelos. No admite que yo le diga que es soberbia. Pero su soberbia (créalo) supera todos los grados. Desde que se levanta por las mañanas, la esgrime como una lanza. No la disimula, y quizá por ello no tiene una sola amiga y sólo un amigo: yo. Que a pesar del odio de ella hacia mí, la comprendo y la perdono. La comprendo, la perdono y la absuelvo, cuando llega al confesionario y le doy mi bendición sacerdotal.

2

Desde niño se recuerda inclinado sobre un libro. Lee y lee todo el día. Y sabe que es una enciclopedia ambulante. Conocimientos y más conocimientos. Todo para sí. Hasta que un pequeño trombo le oscurece el lóbulo derecho del cerebro. El dice que es surmenage, pero es consciente que nunca más volverá a recobrar la memoria. (Como un avaro, está tranquilo: todo está adentro, bien guardado).

3

Tiene la belleza de un Antinoo. Le falta su emperador para ser un favorito Pero su belleza física no va acompañada por un espíritu abierto a la celebración. La pereza es su brújula. Y el cansancio, la forma de su buendía. Entonces, por las mañanas no llega ni a mirarse al espejo. Y como no se conoce, piensa que ya es viejo para el amor.

4

Se puede explotar de ira, pero no es bueno, porque a veces las arterias acompañan…El es algo más que irascible. Y si bien a veces recuerda a un emperador destronado, a un Cátulo o a un César vindicante, yo lo veo simplemente como un hombre sin control. Un hombre que no oye ni recapitula. Hoy, traté de calmarlo. Le dije que era el más bello ejemplo de la intolerancia. Se quedó pensando ¿Belleza? Nadie le había dicho nada nunca. Enderezó sus ojos, me miró, y lanzó un sollozo desde muy adentro.

5

Envidia todo de todos Tiene una carpintería bien puesta, en la que construye muebles. Tiene una mujer buena y fiel. Tiene dos hijas que son un sol. Tiene salud. Tiene capacidad para resistir ciertos embates. Pero envidia todo de todos. Desde que aquél ángel custodio le susurró al oído, un mal día, que iba a ser poderoso y aún no sabe en qué sentido.

6

De noches de lujuria nacieron sus dos hijos. Los ama más que a sí misma. Sin embargo, los retiene, aún hombres grandes, y por sobre el cuidado amoroso sólo una cosa les prohíbe: el sexo. Teme la circularidad del destino y no quiere que, a su vez, puedan ser en la vida padres anónimos.

7

De la gula sabía Balzac, pero callaba y poco y nada escribió sobre el tema. De la gula algo sabe su nieta Honorata, que no logra equilibrar sus emociones. Hoy se probó siete vestidos para ir a bailar el charleston, y todos le quedaron chicos. Maldice sus 41 kilos. Y maldice la herencia literaria .

Inconsistencia de los espejos


1

Azazel es el único demonio que Jehová teme y respeta. No se quieren mirar. Y usan el juego de espejos. Jehová es siempre único y todo. Azazel se multiplica en diez, cien ángeles. Jehová impone visualizar uno solo. Azazel ve en Jehová al universo. Uno y otro quieren ver lo que está detrás de los espejos. Uno y otro se encuentran, pero allí no se reconocen.

2

Vuelva cuando tenga veinte años menos, le dice al fantasma. Este se disturba, se saca la sábana y queda desnudo de todo hueso.

3

El mundo está cada vez más complicado: tanto en París como en Pamplona. Todo es velocidad y si bien él todo lo ve, a él no lo distinguen y lo pisan y lo atropellan. Angustiado, se reintroduce en el espejo. Y un auto se refleja en su cuerpo.

Creadores y profetas


1

Sueña que es una musa de Ibsen. Digamos Casa de muñecas . Y que debe actuar con mesura, para que el personaje no se distraiga o pierda credibilidad. Claro está que, a más, ella es escritora. Y de la vanguardia realista. Rockeros, gente pesada, animan sus páginas y las escenas –a veces- alcanzan una electrizante fuerza. Alguien le sugiere que no condice lo que produce con lo que es, en sí misma. Niega doble personalidad. Y refuerza: Ibsen es sublime, lo mío es basura.

2

La profecía es casi circular. El bisabuelo tendrá un hijo poeta. El hijo dará por descendencia a un músico. El músico llegará a la cumbre con su hijo compositor. La profecía no se cumple porque el abuelo sólo tiene una hija mujer, que queda soltera y no engendra.

3

Creador de fantasías, Anastasio asume la vida como un largo sueño en que todo es una realidad incendiada de luciérnagas.

Pestes, plagas y plaguicidas


1

Llegó a Siracusa la peste negra. Y murieron más de tres mil almas. El cementerio quedó colmado, si bien más de mil cuerpos fueron a cremación. Ahí fue cuando se construyó un nuevo camposanto, al lado del huerto de los Invernizzi. Al poco tiempo empezaron a circular las ánimas. Y a escucharse voces a cualquier hora del día. La familia se reunió en pleno. Resistirían. No se mudarían de su tierra. Cuando al año murió Stella, pidió que la inhumaran allí, que ella acallaría las voces. Y la verdad, cumplió su promesa.

2

Las langostas devoraron el trigo Y los árboles quedaron con brazos gesticulantes. Las langostas oscurecían el cielo y hasta se oía el rumor aéreo, como un anuncio fatal. En el pueblo organizaron el asunto de las latas. No resultó. Pidieron misas. No resultó. Cavaron zanjas y las incendiaron. No resultó. Alguien sugirió que llamaran al chamán de la tribu cercana. Desde la toldería, un grito hondo resonó hasta los confines. Y millones de langostas quedaron muertas en el acto…

3

Por las pústulas comprendió que ella había enfermado y moriría en días. Se las besó una a una, no importándole nada. Antes de la semana, la sepultó con una blanca túnica. Y como un tributo de amor, comenzó a asistir enfermos y moribundos por toda la aldea. Al mes, la peste había terminado… El quedó como un sonámbulo, no respondía a nadie, no hablaba y cada tanto un sollozo le brotaba hondo del pecho….

Negocios y mercancías


1

Almacén de monedas antiguas, allí se comercializan sueños. Vienen señores de otras épocas y damas con miriñaque.Niños con gorras. Niñas con capelinas. Se comercializan los sueños y cada uno paga lo que considera que vale. Ninguno regresa de su edad. Y las monedas que oblan son de otra época. Cuando no queda ni uno de ellos, aparecen los otros. Escudriñan las vitrinas, piden ver ésta o aquélla moneda. Después, sacan uno o dos billetes y se llevan el sueño.

2

Puso un negocio de lencería, ya que su mujer conoce el oficio. La vidriera es atrayente y la mercadería del mejor nivel. Pero no entra nadie. No entra ni una sola clienta desde el día que despidió a la empleada y, para menos gastos, tomó él la conducción. No lo comprende: la lencería la adquieren para deslumbrar a los hombres, y él no puede entender por qué se niegan la oportunidad de probársela, frente suyo.

3

Abrió una santería en Palermo. A la semana, la mafia le avisa que debe pagar la diaria. Todavía no ha vendido una sola imagen de yeso. Y las otras, las de madera tallada, aún no las trajo el santero. Santa Rita y Santa Eufrasia lo miran con los ojos bajos. Saca las figuras de los estantes, las pone en grandes canastos, y sale a regalarlas por la calle... (Ese mismo día, el jefe de la Camorra llora a su hija María Rita, ahogada en el Tirreno).

4

Vende ilusiones. Como un pintor con su paleta, les da colores. Algunos, quieren ilusiones amarillas. Otros las prefieren verdes. (Cada uno, en el color que eligió para vivir a tono).

5

Cuando murió su esposo, tía Elisa continuó con el taller de afilación de cuchillos. No es oficio para mujeres, le enrostran. Pero ella es feliz. Siempre la fascinaron esas estrellitas fugaces que ni los ojos logran atrapar…

Contadores de cuentos


1

Delia es contadora de cuentos. No en el teatro, en el hospital de orates. Va sin libros: simplemente, les inventa historias más o menos divertidas, más o menos fantásticas. Nunca incluye ni gigantes ni gnomos. Ni brujas ni hadas. Recorre caminos de lejanas tierras, les hace conocer gente que habla otros idiomas. Cuando se va, a veces escucha pero hace como que no. Está loquita, se dicen unos a otros. Ella hace como que no, para volver.

2

Elisa Cantofelice cuenta historias en el jardín de infantes. Historias de buen final, en las que nadie muere, ni se enoja, ni castiga. Lo hago, porque hoy los dibujos de la tele son terribles. En lugar de los niños, son para los mayores. Cuando llega a su casa, la señorita Elisa enciende el aparato como todos los días, escruta con el rabillo del ojo la escena violenta entre un ratón y un gato, y apaga con resignación. Toma su Mickey Mouse de peluche y se va a la cama.

3

No sé por qué le gusta contar cuentos de terror. El mismo abre los ojos desmesurados y se compenetra vocalmente. Desfigura la voz, la imposta, pega algún grito de profundis. Esta noche narra uno de médium y los oyentes advierten que a poco su rostro se transfigura. Las cuencas de sus ojos se vacían. Su boca pierde labios y dientes. Su lengua se paraliza. Y cuando todos esperan que levite, cae la máscara de Edgard Allan Poe.

4

Cuentos sin final, para que cada cual los cierre. Como aquél que contaba el abuelo de los fantasmas que eran comidos por los hombres y los hombres eran devorados a su vez por las ánimas, y una de ellas, que se resistió al rito

Confesiones


1

No es sacerdote. Sin embargo, todos lo toman de confesor de sus errores y sus infamias. Sin vergüenzas, dicen lo que tienen que decir, y se van. A él lo dejan lleno de culpas, de traspiés, de odios cruzados. Olvida siempre a quién pertenece esta frustración o aquélla culpa. Es infeliz, por contribuir a la paz de los otros. Pastor de almas, ellos no saben todos los líos que sobrelleva en su casa y no logra resolver como psicólogo.

2

Confiesa que siempre odió el canto. Por tener buena voz lo crucificaron. Entre estudio, giras y contrataciones. Hoy, no digamos que es un Plácido Domingo, pero mucho no le falta. Y Pagliacci o La donna é mobile surten en su repertorio parte de las grandes actuaciones. No es feliz. Y su familia lo sabe. Una noche brillante, en la Opera de Palermo, da un falsete. Y otro más al rato. Llega el descrédito y él con su silencio otorga..Otorga credibilidad al asunto de la piedrita en la boca, que fue realmente efectiva.

3

No tengo por qué contarle al mundo que poseo una pierna más corta. Se nota. Y tampoco debo contar que recibí una herencia familiar que sólo eran deudas. Tengo mi orgullo. No debo contar que soy feliz simplemente con ver el vuelo de los pájaros. Me envidiarían. Y menos aún que recibo cartas del cardenal primado, que es pariente de parientes. No soy proclive a las confesiones, se ve. Por eso se lo cuento a Ud., que es un lector desconocido.

4

Antes de morir confesó, contrito, que había sido infiel a la vida. No había sabido vivir. El sacerdote abrió los ojos, puso su mano sobre la de él, y confió resignadamente: Yo tampoco.

5

Carlota D´Ambray le confiesa a su marido que nunca lo amó. Henry D´Ambray le confiesa, a su vez, que tiene una amante. Carlota se rebela: no puede ser que le haya sido infiel, si ella nunca dejó de estar a su lado. Henry le responde que él tampoco dejó de estar a su lado.

6

¿Qué salvaría si se incendiara su casa? Mi amigo Jean Cocteau responde el fuego. Yo también, ya que si bien no soy pirómano, adoro el fuego. Y quemo memorias. Y enciendo acertijos. Y le pongo llamas a la soledad. Y entre humos y chisporroteos, acerco los mejores leños a todo lo que atesoraron mis antepasados. En el interludio, un bonzo quiebra mis expectativas. Me confiesa que todo es inútil: el fuego nunca alcanza.

7

La verdad hay que decirla con prudencia, sin prudencia y siempre.Ella le hace caso a San Agustin. Confiesa que no los ama. Tampoco los odia, pero considera que les son indiferentes. Totalmente indiferentes. Los padres la escuchan en silencio. Ella ha cambiado. Ha cambiado, sin duda, desde que por las noches trae ese gurú a la casa, se encierra con él en su cuarto y pone llave

Fluencia de los proverbios


1

Acabamos de volver de la trilla a yegua. Cansados, la mesa nos reúne para el pan y el tazón de leche. Nadie habla. Pero el silencio es amable. La casa cobija nuestro sudor. El abuelo –voz de trueno, todavía- nos mira y desde sus ancestros árabes remata: Yo me quejaba porque no tenía zapatos, hasta que conocí un hombre que no tenía pies. Y toma sus muletas y sale.

2

En la casa de los Ostrovsky todo se resolvía con refranes y proverbios. Las dudas y las certezas, las lágrimas y las risas. Aquélla tarde en que Eduwiges volvió con la nueva que a los seis meses tendría un hijo de padre desconocido, el abuelo –siempre hay un abuelo que salva- musitó quedamente Adán comió la manzana y todavía nos duelen las muelas.

3

Ese proverbio italiano que asegura que una vez terminado el juego el rey y el peón vuelven a la misma caja, lo recuerdan en casa para cualquier cosa. Para los derechos, para las oportunidades, para los privilegios. El tio anarquista sonríe con sabiduría, aunque es a quien nunca se lo he oído decir. Un día, casi en secreto, me confía: no es cierto. El rey siempre está arriba. Y si puede, lo patea al peón cuando se cierra la tapa.

4

Lo escuchó en la sinagoga, de labios de un rabino: No te acerques a una cabra por delante, a un caballo por detrás y a un tonto por ningún lado. La vida le enseñó que algo de cierto había en esas palabras, aunque advirtió que a los tontos –se les acerquen o no- no les va nada mal. Y lo aplica.

5

Nunca acusa. Su padre, todo un lord inglés, le inculcó que cuando apuntes con un dedo, recuerda que otros tres te apuntan a ti. Entonces, con la circularidad que dan las ocasiones, a veces se enrostra a sí mismo lo que ve de mal en los otros, para intentar de alguna manera que los otros reconozcan lo propio. La fórmula, por las antípodas, a veces resulta y otras (como ayer, cuando lo detuvieron por un robo) fracasa.

6

Escribir un libro de proverbios no es inventar, simplemente. Los proverbios pueden venir de errores, de frustraciones, de derrumbes, de inmolaciones. El lo hace en respuesta a su destino líquido. A su existencia vacía. A su grado de desconocimiento de sí mismo. No lo publica, obviamente, pero un frate lo lee y comienza a utilizar parte de ellos desde el púlpito. En los honores, él acepta que ha vuelto a nacer gracias a la renuente y negra negatividad de sus proverbios…

7

El aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en Nueva York, marca el proverbio chino. Siempre preferí no saber qué represalias tomarían con la mariposa los yanquis atormentados, si el proverbio fuera cierto...

Crepúsculos


1

Es en la hora del Angelus en que aparecen esos movimientos subterráneos. Por aquí, se levantan pequeñas montañitas de tierra. Alguna flor se inclina, como para ver. Y las hojas que caen se pincelan rápidamente de oros, como preparándose para una fiesta. Algo tintinea en el aire..Y a lo lejos (o cerca, no podría precisarse) Eugene O¨Neill, bajo un olmo centenario, escribe con la convicción que crea un universo para la posteridad.

2

En el crepúsculo de su vida, Marlene Dietrich decide que no repetirá el autoexilio de la Garbo. No es la belleza lo que admiraron de ella, ni su talento escénico, ni su capacidad de amar. Admiraron su vanidad encauzada. Ese es su hechizo. Su vanidad encauzada en un ego digamos moderado. Ya renqueando, con una pierna más corta que la otra, baja del auto y rehúye el brazo de un caballero que la desconoce…

3

Es necesario que recapitulemos: ni tú eres tan grande ni yo soy el último de los mediocres. Ya sé que escribiste más de treinta libros, plantaste más de dos árboles y tuviste tres hijos con madres distintas. Está bien. Yo no alcancé nada de eso..Pero día a día he contemplado todos los crepúsculos de mis cincuenta años. Puedo diferenciar cada uno de ellos,la altura de su atmósfera, el vuelo de sus pájaros.¿No es bastante?,pregunto. Dieciocho mil doscientos cincuenta crepúsculos.

Litigios


1

Volvieron a comprar el campo que habían vendido diez años atrás. Lo hicieron culposamente, ya que la abuela nunca les perdonó malvender los bienes de la familia. Cuando se hizo la nueva escritura, la abuela murió. Todavía llena de resabios. Pero los tiempos habían cambiado. Y el Estado comenzó a expropiar tierras para construir un gran embalse. Perdieron todo en el litigio. Lo único, lo único que les quedó, fue pensar que la abuela tenía razón.

2

No discuto las ideas de Einstein, ni el derecho intelectual de su teoría de la relatividad del tiempo.Sí me importa –y cuánto- que de una vez por todas nos paguen sus herederos los once años de alquiiler de la casa que ocupó en Princeton hasta 1955, en que murió como distraído y sin culpas.

3

Hay litigios históricos. Y de los otros, que no alcanzan ni para los diarios. El que entablan Juan y Pedro no llega a eso. Litigan respecto a la factibilidad que su hermano poeta merezca el nombre de una calle del pueblo. La comuna es clara: nunca lo consideraron poeta, sólo versificador. Juan y Pedro se estremecen. El abogado les sugiere que eso no se gana con un pleito, sino con el crédito de la gente. Juan y Pedro se desangran. Al fin, renuncian y se van a la ciudad para siempre.

De legados y testamentos


1

Lady Roberta se arroja a las aguas del Támesis, pero antes deja testamento. A su hermana Anne le lega todo el aire que respiró en vida. A su sobrino Charles, los cuatro libros de memorias escritos en sus últimos años. A las siervas Lynn y Jeannette, diez mil libras cada una. A la florista del barrio, por los colores y aromas que dieron a su casa a lo largo de toda una vida ella y su madre, la mansión de Eton Square. Y a Sherlock Holmes, su vecino, el bastón con estoque.

2

No dejaré testamento, aunque todo se lo lleve el Estado. No dejaré testamento, aunque la casa se venga abajo y los muebles se apolillen y la platería se ennegrezca para siempre. No dejaré testamento, aunque no me den una cristiana sepultura. No dejaré testamento aunque ellos renieguen de mi para siempre. Si nunca quisieron a mis perros, si siempre ignoraron a mis gatos, no dejaré testamento.

3

Llama al escribano para testar. Con tan mala suerte, que el notario llega cuando la apoplejía le quitó voz y mando. El notario –viejo amigo y vecino- arregla los papeles de modo que, por obra y gracia de la casualidad, sea él el único heredero.

4

De mi padre heredé los deberes de conciencia. De mi madre, la conciencia del amor. Entre los de mi padre y los de mi madre, se cortaba un abismo. Ella, amó a todos los hombres que la amaron o le propusieron amarla. El repudió el vicio y la concupiscencia y jamás justificó los sentimientos fáciles. Hoy, mujer agraciada, lucho entre las dos herencias y no voy para ningún lado.

5

Han rechazado la herencia del tío, hermano del padre. No quieren sus millones de fantasía. No anhelan ninguno de sus títulos de propiedad. No les importa su pinacoteca ni sus autos de colección. En cambio, desean hacérselo saber todo a la prima Clara, la desposeída. Desean hacérselo saber todo para que ella entienda, aunque no perdone. Ellos, si, son los hijos verdaderos del tío. Y nuestro padre, en verdad, era el tuyo.

6

Le han legado un pequeño busto de Rodin. Un bronce con la figura de un señor de levita; barbado, por supuesto. Le gusta y no le gusta. Y si no fuera de August Rodin, ya se habría deshecho de él. Le parece que, si le saca la barba, mejorará su aspecto. De ahí, pulir y pulir todas las tardes con escofina. El rostro cambia: ahora es una señora con levitón..Y piensa: por algo le puso barba…

7

El testamento hológrafo fue abierto a la semana de morir el señor. Estaba en un sobre lacrado y sellado con las iniciales del señor. Lo abrió el notario, dos días después de la inhumación del señor.En el acto, todos sus familiares. En la hoja, única hoja escrita con tinta azul: Esta es mi última volun

El arte de olvidar


1

Dos veces estuve por entrar al palacio. No hay puertas. Dos veces intenté mirar dentro. Ventanucos altos, muy altos. Dos veces golpeé mis manos y di un alerta vocal. Silencio. (No recuerdo bien si a la tercera vez un fantasma me dijo al oído no hay nadie).

2

Es preferible olvidar. Por eso no lleva flores al cementerio. No recuerda el nombre de su musa. No puede precisar sus años. No fijó la cara del juez. No podría asegurar si la celda tenía ventana o no…

3

No sé olvidar. Aunque diga que perdono. No sé olvidar ni lo bueno ni lo malo. Mi cerebro es un armario en que cada casilla,todo estante, registra determinadas situaciones vividas. Aquí las culpas. Más abajo los desamores. En este costado, los infortunios. En los dos que siguen, las muertes y enfermedades. Todo está contabilizado con tanto rigor, con tanto, que no sé si algún día se me mezclarán los estantes y el armario se demolerá con mi propio cuerpo dentro.

4

A Berta Lipovetzky quizá Ud. la recuerde, porque era la vecina insufrible de Buster Keaton. El regresaba de filmar, y la no sonrisa característica se le transformaba en una mueca de horror, de antología. Buster Keaton sabía de sobra que, aún mudándose, no se libraría de Berta Lipovetzky. Ella se había metido en sus circunvalaciones cerebrales como una huella definitiva. La incluyó en sus memorias, claro. Y de ahí (por más que a Keaton no se le había ocurrido) ella entró en una cierta posteridad.

5

Está bien: a Ud. no le importa cómo murieron mis padres. No cree nada sobre la explosión en Chernobyl. Piensa que la única tragedia es la suya. Y yo me apego a mis recuerdos: cuando Ud. vino gritando horrorizado que algo había fallado en el sistema y después desapareció. Y cuando lo encontraron en Bremen negó todo; y hoy, recién hoy, al hallarlo y preguntarle de nuevo negó y yo no pude menos que pegarle un balazo en el centro de su memoria.

Las redes del pescador


1

Cayó en las redes del pescador. Tentáculos de soga fina le entorpecen las manos, le atan los pies, le cierran la garganta, le ahogan el grito. Escapa a tiempo: cuando un tiburón aparece, destroza las redes y libera sus pensamientos.

2

Las redes del pescador no contienen caracoles ni medusas. Tampoco caballitos de mar o madreperlas. Son selectivas. Sólo peces con escamas plateadas y algún que otro coral desconcertado. El marinero las ha tejido hace diez años y están fuertes como entonces.. Lo sobrevivirán, sin duda. Y las redes serán colgadas a un costado de la puerta de su casa, como un llamado. Perderán toda la sal, olvidarán los mares y, un día, su mujer se las dará a otro hombre que compartirá su cama.

3

En las redes ha caído la luna. Nunca la habían pescado, por más que se mirara en las aguas. El pescador quiere devolverla al cielo. Pero el movimiento no alcanza sino para hundir la barca.

Se trata de errores


1

Acabo de entrar a la oficina. Han movido los muebles y varios escritorios fueron sacados. Mi computadora está desenchufada y no insisto. El sector de los jefes está cerrado. Evidentemente, soy el primero en llegar. (Me toman del cuello y salgo sostenido por dos tenazas musculares. He equivocado el piso, después de once años de rutina).

2

No es bueno cavar la propia sepultura. No es bueno usar una sola pala. No es bueno olvidar que los cementerios cierran los domingos. No es bueno usurpar al sepulturero.

3

Escupe el veneno a tiempo y se salva. La vida no se puede escupir ni vomitar. Por eso uno no se salva, aunque lea el Corán o la Biblia. Así razona con culpable resignación. Y piensa que la felicidad es el propio espejismo para que se retraten los imbéciles. (Cuando escupen el veneno de la vida, claro).

4

Usted sabe bien que Sibelius y Proust eran alérgicos. Pero distintos. Ya sé: uno estornudaba y el otro asmático. Eran distintos. Uno era músico y el otro escritor. Sí, pero eran distintos. Uno iba al médico y el otro no. Es verdad, pero distintos. ¿Habrá que preguntarle a un alergista en qué estribaba esa diferencia? Quédese tranquilo: eran distintos porque mientras Proust le achacaba todo a su gato, Sibelius aseguró hasta morir que su alergia era una autodefensa frente al público, que temía más que a Satanás.

5

Compró el lobo cuando era cachorro. Desde ahí, algo se transformó en él: se volvió huraño, agresivo, duro. El lobo, manso y domesticado, recibió siempre todos los cuidados. Cuando la Maestranza Municipal quiso sacárselo por ser animal peligroso para el barrio, montó en cólera. Forcejeos, gritos, llantos del hijo.Al fin, una lazadera lo subió al carro. Dos colmillos le salían de los labios y bufaba, bufaba. Como un hombre.

6

Cuando la epidemia de aburrimiento en el país, el presidente formó urgente un Ministerio de Ideas Productivas. Con este incentivo, todos fueron inventores. Calesitas individuales a control remoto. Aviones de mazapán para los niños rebeldes. Elefantes aspiradores para el polvo de las casas.Robots redactores de decretos oficiales Cuando el presidente creía perdida la batalla, reapareció el optimismo y no hubo más inventos.

Pliegues del tiempo


1

Sólo han pasado cincuenta años. La casa está igual, pero el jardín abandonado da idea de los años transcurridos. No hay una sola ventana abierta. Y ante la puerta de entrada sobrevuelan varias mariposas de colores. Un mirlo canta, en el roble. ¿Me reciben? Sólo han pasado cincuenta años desde que morí en esta casa…

2

El tiempo es una abstracción. Que lo digan los relojes, si no, que se olvidan de marcarlo cuando las pilas se agotan, y el tiempo termina. Sin embargo, considera que el tiempo es la razón para que le vaya mal en la vida. No por cuestiones de puntualidad, sino simplemente porque ese tiempo no da tregua a sus pensamientos, a sus culpas. Hace once años mató a un chico en la ruta, y todavía hoy, todavía hoy, siente el chirriar desesperado de los frenos…

3

Es mediodía y ella procede a su rito habitual. Saca la olla mediana, la llena de agua y abre el fuego de la cocina. Cuando está por levantar el hervor, busca en la alacena la sal y echa un puñado dentro. Un minuto después, cierra el gas. Toma la olla por sus asas, y con cuidado la transporta hasta la pileta y la vacía por completo. Echa un poco de agua de la canilla sobre el utensilio, y finalmente lo seca con el repasador blanco. Guarda la olla en el estante del medio. Hasta mañana.

4

El gondolero rema hasta cerca de La Fenice. Allí, junto a un palacio, el hombre de negro comienza a tirar a las aguas decenas de faldones, miriñaques, corpiños, calzas, manguitos, albornoces, refajos, enaguas, camisones. Cada prenda hace un remolino y se hunde. Al final, él mismo hunde la cabeza entre sus manos. Más tarde, el gondolero sabrá que se llama Henry James. Y que las prendas, que nadie quiso por pertenecer a un suicida, fueron de Constance Fenimoore Woolson. Es en Venecia, un día de abril de 1894. Hay un extraño aroma de azahares…

5

A tiempo descubre que no necesita herramientas para volver atrás. Desde que tiró todos los relojes, torna a vivir el pasado. Ya está llegando al medioevo.

La inmortalidad


1

La inmortalidad existe, qué duda cabe. Pero hay que saber llevarla, para que no languidezca (Saber esperarla, más vale, apunta Winston Churchill) Pienso que tiene razón. El hizo lo que pudo durante y en entreguerras.Y fue hombre que, por encima de las primeras planas de los diarios del mundo, tuvo un protagonismo indiscutible, Nobel de Literatura incluído. Pero Winston, perspicaz como era, sabía que ello no alcanzaría para la inmortalidad. Y pintó en silencio, como el führer.Y dejó que el tiempo hiciera. Hoy, sus pinturas se cotizan en subastas. (No como el otro, que no supo esperar).

2

La inmortalidad, para los genios, juega a futuro. Lo piensa Roberto Giangrasso, inventor. Todo lo hace para la posteridad, pero con tan mala idea, que jamás incluye al presente. De ahí, todos sus inventos esperan en la heladera. Y ni uno solo es patentado a tiempo. A su muerte, los sobrinos tiran todas sus ideas a la basura. (La misma que él pensaba industrializar a gas).

3

Aldous Huxley escribe Viejo muere el cisne, y espera. Espera como esperó Virginia Wolff , cuando escribió el Orlando. Cada uno, a su manera, confía que los personajes permanezcan sin envejecer. Y que el tiempo los perdone.. Como el príncipe aquél de Simone de Beauvoir,que se cansó que los siglos pasaran clementemente sobre cuerpo y armadura. (La inmortalidad le juega zancadillas a la vejez. Y la vejez de Aldous, de Virginia, de Simone, demuestran que, al fin, la muerte suele ser una licencia a tiempo).

4

¡Oh la inmortalidad! Déjate de bromas: no la del cangrejo, sino la nuestra. ¿Te contaron acaso que hay fantasmas inmortales? Si no, mira aquél de Canterville. Y no sólo fantasmas y almas en pena. La inmortalidad de los maestros, por ejemplo. Esos no mueren nunca; son peores que la peste. Tampoco mueren los que crucificaron a Cristo: los nombramos a diario en los rezos..Yo no quiero ser inmortal. ¡Me falta tanto por vivir! En cambio mi muñeca, ¿te dije? está muy enferma y el médico me aseguró que va a morir en días.

5

Mortales son los otros, claro. Ellas, feministas, acaban de sacar carnet de sobrevivencia para reivindicar el destino de Eva.

6

Pocos lo saben, pero hasta que murió, Coco Chanel bregó porque su nombre figurara en los diccionarios. Esto aumentó en la última década de su vida, ya que, siendo la gran innovadora de la moda parisina del siglo XX, consideraba que merecía letras de molde. La posteridad algo le reconoció, pero su nombre sólo está inscripto en una placa de mármol de Per Lachese, sobre la cual raramente alguien deposita una flor de plástico. (Desdibujadas letras…)

7

La inmortalidad –sin togas académicas, sin laureles- puede incomodar. La de Rasputin es un ejemplo, aunque a él no le importe. Y la de Iván el Terrible, ídem. Pero ¿qué sucede con la inmortalidad de los justos? ¿La del discípulo Pedro, que negó tres veces a su Maestro? ¿La de Einstein, que terminó en horror bélico? ¿La de Nobel, que inventó la pólvora y hoy limpia la culpa con premios a la sabiduría de los pueblos? Chantal Flury piensa en esto mientras enseña la historia y comprende que nunca admitirá ante sus alumnos que la inmortalidad, al fin, es una excusa para perdonar y ser perdonado.

8

Las carpas llegan a vivir varias centurias y no cesan de nadar en los fosos de los castillos. Las marcan con carbono 14 y los científicos tratan de desentrañar el misterio de su longevidad. El escritor Aldous Huxley y su hermano Julien, el biólogo, algo descubrieron al respecto. Nunca lo confesaron. Un monje amigo, dicen, los convenció que las carpas eran demonios reencarnados…

Herejías


1

Concetta Dittesa es aquélla mujer que a los 62 años dio a luz su primer hijo en un hospital de Modena, medio siglo antes de la era de la fertilización in vitro... Lo registra la Enciclopedia de las Curiosidades. Lo que no consigna su autor, Gregorio Doval, (seguramente por falta de investigación o de seguimiento) es que Concetta mató a la criatura a los tres meses porque no toleró que, siendo ella rubia, la niña tuviera la piel más oscura que la noche. Esa desgraciada, la pediatra somalí, la que me denunció.

2

A mediados del siglo XIX estuvo vigente en Inglaterra una ley que permitía al marido pegar a su esposa con una vara, siempre que ésta no fuera más ancha que su pulgar.. Lord John Hamilton, el regidor que finalmente concretó este avance, primero intentó omitir lo del ancho de la vara; pero como al volver al hogar casi fue estrangulado por su suegra, al día siguiente borró el edicto entero sin hesitar.

3

Es un hereje: sacrificó su soltería por salvar a la hermana del amigo que es patizamba de nacimiento.

4

Cuentan los que tienen memoria que el rey visigodo Chindasvinto (563-653) ordenó castrar a todo aquél que fuese sorprendido practicando sodomía, salvo que el sodomita perteneciera al clero, en cuyo caso era perdonado. Nunca se supo el por qué de esta licencia, si bien los perspicaces advirtieran que Chindasvinto tenía un hijo sacerdote... Cuestión de fe, seguramente...

Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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