Confesiones


1

No es sacerdote. Sin embargo, todos lo toman de confesor de sus errores y sus infamias. Sin vergüenzas, dicen lo que tienen que decir, y se van. A él lo dejan lleno de culpas, de traspiés, de odios cruzados. Olvida siempre a quién pertenece esta frustración o aquélla culpa. Es infeliz, por contribuir a la paz de los otros. Pastor de almas, ellos no saben todos los líos que sobrelleva en su casa y no logra resolver como psicólogo.

2

Confiesa que siempre odió el canto. Por tener buena voz lo crucificaron. Entre estudio, giras y contrataciones. Hoy, no digamos que es un Plácido Domingo, pero mucho no le falta. Y Pagliacci o La donna é mobile surten en su repertorio parte de las grandes actuaciones. No es feliz. Y su familia lo sabe. Una noche brillante, en la Opera de Palermo, da un falsete. Y otro más al rato. Llega el descrédito y él con su silencio otorga..Otorga credibilidad al asunto de la piedrita en la boca, que fue realmente efectiva.

3

No tengo por qué contarle al mundo que poseo una pierna más corta. Se nota. Y tampoco debo contar que recibí una herencia familiar que sólo eran deudas. Tengo mi orgullo. No debo contar que soy feliz simplemente con ver el vuelo de los pájaros. Me envidiarían. Y menos aún que recibo cartas del cardenal primado, que es pariente de parientes. No soy proclive a las confesiones, se ve. Por eso se lo cuento a Ud., que es un lector desconocido.

4

Antes de morir confesó, contrito, que había sido infiel a la vida. No había sabido vivir. El sacerdote abrió los ojos, puso su mano sobre la de él, y confió resignadamente: Yo tampoco.

5

Carlota D´Ambray le confiesa a su marido que nunca lo amó. Henry D´Ambray le confiesa, a su vez, que tiene una amante. Carlota se rebela: no puede ser que le haya sido infiel, si ella nunca dejó de estar a su lado. Henry le responde que él tampoco dejó de estar a su lado.

6

¿Qué salvaría si se incendiara su casa? Mi amigo Jean Cocteau responde el fuego. Yo también, ya que si bien no soy pirómano, adoro el fuego. Y quemo memorias. Y enciendo acertijos. Y le pongo llamas a la soledad. Y entre humos y chisporroteos, acerco los mejores leños a todo lo que atesoraron mis antepasados. En el interludio, un bonzo quiebra mis expectativas. Me confiesa que todo es inútil: el fuego nunca alcanza.

7

La verdad hay que decirla con prudencia, sin prudencia y siempre.Ella le hace caso a San Agustin. Confiesa que no los ama. Tampoco los odia, pero considera que les son indiferentes. Totalmente indiferentes. Los padres la escuchan en silencio. Ella ha cambiado. Ha cambiado, sin duda, desde que por las noches trae ese gurú a la casa, se encierra con él en su cuarto y pone llave

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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