Cuadros de familia


1

Ofelia es mi tía política. Política de simpatía es la que intenta ella y no logra revertir en la familia. La familia no perdona. No perdona que Ofelia se acueste con dos hermanos: su marido y mi papá. Mi papá me mira con fastidio y no sé por qué. Sé por qué tía Ofelia, cuando estamos solos, entorna sus ojos y saca para mí una lengua golosa…

2

Al abrir el portón, entró raudamente un dragón con fuego en las fauces. La familia se arrinconó, aterrada. Juan, el más pequeño, sacó su cámara digital y lo retrató. Entonces, el gran animal dio media vuelta y salió hacia el campo. En el comedor, ampliada, la foto de un dragón aterrado preside hoy nuestras amables reuniones.

3

Nuestra familia desciende de colonizadores. Trabajaron la tierra, amaron la tierra, vivieron de lo que la tierra les dio. Yo viajo, evocándolos, y hasta siento en mis mucosas nasales la fragancia del humus fértil y en mis pupilas el azul de los linos. Me he casado con Florencia, buena mujer, que vive con la escoba en mano porque odia la tierra.

4

El 1ª de enero de cada año la familia García Loza sale a la calle (después que el bisabuelo constate que no falta uno solo de sus miembros) y se encolumna debidamente. Adelante los bisabuelos: ella, cargada en brazos, ya que no admite ni bastones ni sillón; él, un poco tambaleante por sus 101. Detrás los abuelos con sus catorce hijos y catorce nueras y yernos. Y los hijos de éstos (hay que contarlos) y sesenta y siete nietos. .Caminan con solemnidad que sólo rompe uno que otro llanto infantil. Al fin arriban a la parroquia, en cuya puerta espera el cura y a quien el más anciano abraza y entrega una gran botella de vino chianti…

5

Fotografía de grupo. Es difícil convencer a todos, porque todos quieren salir bien. A la única que le permito licencia es a Rosa, quien se para sobre la silla para estar a la altura de todos y no se perciba su acondroplasia. Todos (¿he dicho que somos 22?) tienen algo que disimular. Estrabismo, tics nerviosos, papada tipo pavo, peluca. Al final disparo dos o tres veces, y todos se aflojan y comentan. (La semana próxima les diré que no había puesto el rollo. Es lo mejor: todos respirarán aliviados).

6

De la familia nadie quiere hablar, porque ya hablaron demasiado. Nadie quiere hablar, porque hablaron los diarios, hablaron los vecinos, habló la policía. La única que no habla es la justicia, a quien han pedido cambio de apellido y no contesta.

7

Nos fotografió, reunidos, un ayudante de Aldo Sessa. No es lo mismo, pero sin duda algo habrá aprendido (técnica sí, talento no).Mamá pregunta cuánto es. Le digo que ya arreglaremos, porque es un hombre joven que seguramente será discreto. La fotografía llega a nuestro gusto: retocada. Todos estamos de diez. Al preguntarle el precio, él saca una libretita, hace cálculos, suma y resta. Finalmente concreta: mil cien dólares. Tuve que comprar máquina nueva por ustedes…

8

Le pondré Franziska, el nombre de la madre de Frederick Nietzsche. No sé si me lo permitirán –no en el Registro Civil, sino mi suegra y mi mujer- y trataré que la niña lo lleve con coraje. Su nombre no significa mucho: tan sólo una onomástica tradición de horrores.

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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