De honores


1

Honores fatuos son los que no alcanzan ni para la medalla.. El profesor da la última clase de su vida académica justo cuando se desata la huelga estudiantil. Se repliega en el auditorio y, tiza en mano, trata de escribir algo en la pizarra. Entran los vándalos. El se da vuelta y enmudece. Los otros lo miran a los ojos y, al ver su estupor, uno a uno se acercan y lo abrazan.

2

Escucho que mis discuilpas no alcanzan para rezarcir tu honor mancillado. Te vuelvo a pedir que me excuses: olvidé el compromiso. Y no fue por desairarte, ni mucho menos. Me gustas y creo que te amo. Esa tarde, recuerdo, estuve jugando en el bar. Lo sabes: copa va, copa viene. Después, llegué a casa y dormí por más de un día. Me despertaron los golpes en la puerta y los golpes de tu hermano en mi cara, por haber olvidado día y hora de nuestra boda.

3

Las hermanas compiten en honores. Una es bióloga, y ha descubierto especies submarinas que pueden curar el estrabismo. La otra, doctora en química, halló un aldehido fundamental para el agua pesada, hecho que revolucionará ciertas ideas armamentistas. Ni la una ni la otra se hablan. Cada una espera ansiosa ser candidata al Nobel de Química o de Medicina. Interiormente, cada una se ha jurado reencontrar a la otra cuando ello ocurra. (Cada cual está segura que lo obtendrá ella).

4

Ha renunciado hoy a la condecoración de papel. Y como no se la cambian por una de oro, premia su decisión prendiéndose el orgullo en la solapa.

5

A mi podrían sepultarme en el asiento trasero de un Rolls-Royce, que es lo más cómodo que hay, pero más de uno pensaría que es otra forma de vanidad, expresa Charles Rolls. Toda su vida ha girado alrededor de los autos y de ese auto, desde que lo presentó en sociedad en 1906. Lo dice en 1910, unas horas antes, sólo unas horas antes, en que debido a un accidente aéreo cierre los ojos para siempre en el asiento de un bimotor. Vanitas vanitatum et omnia vanitas.

6

Sale del ejército con todos los honores. Ha limpiado cientodiez letrinas todos los días, en el último trimestre, antes de la baja. Sin una sola queja.

7

En la Ciudad de los Muertos sólo hay honores marchitos. Panteones ostentosos, mausoleos de todos los mármoles y todos los bronces. Los muchachos de las villas cercanas se encargan de ir despojando lo que queda. Salvo los muros de piedra y algún vitral, todo se va muriendo en el estropicio diario. Los guardianes miran para otro lado. Y los ángeles (que no tienen voz), aletean con desesperación. Pero ese alerta tampoco se oye…

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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